martes, 9 de enero de 2018

SI.....

Hay gente que corre porque necesita huir, yo corro porque necesito encontrarme. Muchas son las bondades que nos aporta el correr, obviamente las físicas, pero sobre todo, las psíquicas y las espirituales. Porque correr es un conjunto, cuerpo-mente-alma. El correr es como la vida, te da y te quita. En el camino, mejoramos. Por eso, cuando llega a tu vida se queda.

Los que corremos, nos entendemos entre nosotros. Un cruce de mirada vale, para reconocernos. El corredor, destila pasión, templanza y sobre todo, constancia y tesón. La manera estoica de llevar a cabo nuestros entrenamientos forja nuestra personalidad, haciéndola tranquila, metódica y comprensiva.

Correr es otra manera más de meditar, de conocernos, porque corriendo llegamos hasta las profundidades de nuestra alma. No hay nada que llene más como la soledad del corredor de fondo. Zancadas que no son admiradas por nadie, pero que son capaces de reconfortarnos.

En 1895, el autor inglés nacido en Bombay, Rudyard Kipling, escribe para su hijo, un poema bellísmo, titulado If. En él, describe las reglas del comportamiento del buen británico. Me parece una buena piedra angular para construir mejores personas…

Si...
Si puedes mantener la cabeza en su sitio cuando todos a tu alrededor
la han perdido y te culpan a tí.
Si puedes seguir creyendo en tí mismo cuando todos dudan de tí,
pero también aceptas que tengan dudas.
Si puedes esperar y no cansarte de la espera;
o si, siendo engañado, no respondes con engaños,
o si, siendo odiado, no incurres en el odio.
Y aun así no te las das de bueno ni de sabio.

Si puedes soñar sin que los sueños te dominen;
Si puedes pensar y no hacer de tus pensamientos tu único objetivo;
Si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso,
y tratar a esos dos impostores de la misma manera.
Si puedes soportar oír la verdad que has dicho,
tergiversada por villanos para engañar a los necios.
O ver cómo se destruye todo aquello por lo que has dado la vida,
y remangarte para reconstruirlo con herramientas desgastadas.

Si puedes apilar todas tus ganancias
y arriesgarlas a una sola jugada;
y perder, y empezar de nuevo desde el principio
y nunca decir ni una palabra sobre tu pérdida.
Si puedes forzar tu corazón, y tus nervios y tendones,
a cumplir con tus objetivos mucho después de que estén agotados,
y así resistir cuando ya no te queda nada
salvo la Voluntad, que les dice: "¡Resistid!".

Si puedes hablar a las masas y conservar tu virtud.
O caminar junto a reyes, sin menospreciar por ello a la gente común.
Si ni amigos ni enemigos pueden herirte.
Si todos pueden contar contigo, pero ninguno demasiado.
Si puedes llenar el implacable minuto,
con sesenta segundos de diligente labor
Tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,
y —lo que es más—: ¡serás un Hombre, hijo mío!


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